Este tema me ha dado vueltas desde hace varios días. Si es que han leído mis posts anteriores, ya saben que este año estuve en burnout y, por lo mismo, varios meses en recuperación (artículo aquí). También saben que ese tiempo de recuperación no fue fácil para mí, y el tener “tiempo libre” fue bastante estresante (digo “tiempo libre” porque claramente el proceso de recuperación es activo, pero tuve que parar muchas actividades y hábitos para poder alinear mi cabeza y mi cuerpo nuevamente -artículo aquí.)
En fin, han pasado varios meses y finalmente me estoy volviendo a sentir con energía. Más sana, más capaz de hacer varias cosas a la vez, de leer y escuchar podcasts y tomar cursos, etc. Peeeero… ya no tengo la misma capacidad -especialmente intelectual- que tenía antes de mi burnout. Ahora estoy mucho más conectada con mi cuerpo y puedo sentir cuando me estoy pasando de la raya. Mi cabeza se empieza a abombar, siento presión en el pecho y a veces necesito parar a mitad del día para dormir siesta, por ejemplo. Esas son mis señales, un poco tardías, de que me estoy propasando nuevamente. Lo bueno es que todo lo que he aprendido sobre mí misma me ha sido útil.
Hoy por hoy, ya sé que cuando más me sobrecargo y me voy a la mente, es cuando tengo la agenda abierta, es decir, un día demasiado en blanco. No me ayuda. De hecho, me drena mucho la energía. Soy de las personas que funciona mejor cuando tiene un par de actividades planificadas alrededor de las cuales se mueve el día (o la semana, o el mes.) Pero no me planifico el día al inicio, como mucha gente promueve, yo me mentalizo el día anterior. Es más, me gusta terminar el día repasando lo que hice. ¿Por qué? Porque me gusta no tener que seguir una estructura muy fija, prefiero que sea más fluido, y me enorgullezco de mí misma cuando, ya en la cama y cerrando el día, reflexiono sobre lo que hice y me doy cuenta de que ha sido muy productivo. Me encanta sentir que mi energía ha sido bien utilizada (esto también lo aprendí con Diseño Humano, siendo del tipo energético Generador Manifestante.) Luego de eso, me ocupo de anotar algunas cosas para el día siguiente y de esta forma se “semi-planifica” el día o la semana. Esto me da un ancla, me aterriza. Me ayuda muchísimo.
También hago buen uso del calendario de mi teléfono, sobre todo cuando estoy “on the go.” Como no ando con mi planificador a mano, me anoto ahí los planes, citas o recordatorios que salen de forma espontánea y luego las incluyo en mi planificador. Es súper útil para mí (sepan que soy de las personas que, cuando trabaja, también colorea su Outlook según lo que va a hacer.)
Por último, he aprendido a detenerme y disminuir el ruido. El ruido tanto de información como de actividades. Por ejemplo, ha sido extremadamente útil el dividir lo que quiero hacer en partes más pequeñas, me ayuda a cumplir con lo que me propongo y no me abrumo por lo que no he hecho aún, pero sé que voy avanzando y que cada pequeño logro es un nuevo ladrillo montado para construir la casa. Por otro lado, como sé que me encanta leer y aprender de diversos temas, cuando estoy sintiendo que me estoy abrumando, paro. Es más, esta semana cancelé una subscripción online que, aunque me encantaba, generaban más contenido del que era capaz de consumir y me estaba gatillando la ansiedad. Así que, “hasta la vista, baby.” También estoy considerando suspender una subscripción de audiolibros para disminuir la tentación por consumir más información cuando no me puedo sentar y leer. Me doy cuenta, además, que me desgasta mucho aprender sólo escuchando. Soy más visual y kinestésica, claramente. De igual forma, estoy implementando que el final de mi día sea “libre de información”; es decir, lo último que consumo es entretenimiento ligero o algo relajante mientras escucho música ambiental. Irme a dormir luego de haber intentado leer un poco de tres libros distintos (más un podcast) me estaba abrumando. Así que no me hago más eso. En fin, todo ayuda. Yo me ayudo.
Y tú, ¿qué haces para ayudarte? Me encantaría leerte.
Foto: Imagen de Ольга Бережна en Pixabay