En línea con mi último post sobre terapia (lo pueden leer aquí), quería compartirles este libro. Me lo recomendó una amiga y, casualmente, estaba disponible en mi biblioteca. Así que me decidí a leerlo. Qué bien que así fue, porque es maravilloso. Amo las memorias, y esta es una combinación entre memoria, crecimiento personal y humor. Fantástico.
La autora, Lori Gottlieb, comparte su experiencia tanto como terapeuta (psicóloga), como paciente (con otro psicólogo). Nos cuenta un poco de su vida y de qué la llevó a convertirse en terapeuta (ya en sus cuarenta), así como el evento que la precipitó a la puerta de su terapeuta. Ella es una excelente escritora, además. De hecho, cuenta sobre sus días trabajando para la televisión, así como también publicando columnas en diarios y revistas. Lo que ella ama es comunicar y las historias de las personas. Entonces, hace ambas. Me encanta, especialmente porque a veces el mensaje que recibimos es que sólo podemos tener una vocación, pero ella tiene tres (ser mamá es la tercera, en mi opinión, y si leen el libro, ya verán por qué.) La naturalidad con la que comparte sus idas y venidas, sus dudas y sus elecciones, hacen de este libro algo mucho más valioso. Ella no hizo el camino lineal (estudios –> familia –> hijos), y en ello, construyó una vida única, colorida, auténtica. Me inspiran tanto estas historias.
Además, El libro da mucho para reflexionar, tanto del proceso terapéutico como del camino de vida. Aunque empieza con la historia de uno de sus pacientes (e inmediatamente te hace reír), lo hace desde su punto de vista. Nos da información sobre cómo ella aplica su lado humano y empático, así como su entrenamiento terapéutico en sus sesiones. Luego vuelca algunas de estas reflexiones hacia lo que le ocurre a ella con su propio terapeuta y su proceso. En ese sentido es muy refrescante, especialmente porque yo voy a terapia y a veces me hago muchas de las preguntas que ella formula o piensa también.
Si buscan aprender, reírse (a veces también llorar) e inspirarse, este es un gran libro. Y lo que aprecio muchísimo es que habla abiertamente sobre lo que es hacer terapia, explicando bastante las resistencias de las personas respecto a siquiera comenzar este tipo de trabajo (y a veces durante la terapia misma); sin embargo, lo hace de forma liviana y compasiva. Especialmente, porque, tal como ella dice, toma mucho valor el abrirse a hacer terapia. Es más, me gustó especialmente la frase que ella ocupó para agradecer a sus pacientes porque les comparó a jugadores olímpicos. Así es. Cada vez que yo voy a terapia o me atrevo a repensar o revisar una parte de mí, lo siento como una montaña enorme que se me viene encima primero, pero paso a paso, con la guía de mi terapeuta y con compromiso, se avanza, se comprende, se acoge y se acepta. El músculo de la compasión, la claridad y el amor propio se trabajan en terapia. Y eso nos hace atletas emocionales. ¿Qué mejor analogía que esa?
Les invito a leerla. Ojalá le disfruten tanto como yo y, si ya leyeron el libro, cuéntenme qué les pareció, por favor. Me encantaría saber.
Foto: Imagen original de Pilar Gómez Alvarez.